– Anoche me convencí de que todos
los días de la existencia deberían tener algo especial que los caracterice.
Algo.
La sala de espera devolvía ecos
difusos. Gritaba y no miraba a nadie, la vista inhumana y vidriosa perdida en
el escritorio de la secretaria.
– …una mirada, persona, saludo,
roce, beso. La hoja seca que crujió más de lo debido, un extraño sonriendo en
sincronía, la imagen de una constelación encontrada a las 02:20 a la altura
2020 por calle Urquiza, el pájaro que te cagó la mano cuando pasaste al lado de
un chico que te parecía lindo, ¡algo!
El resto de los pacientes mirando
el piso, evitando demostrar vergüenza ajena por compasión. O incomodidad. En
teoría, puede ser la paciente del hospital psiquiátrico que está a media
cuadra, ¿debería alguien hacer algo?
– …desmotorizarse, perder el
miedo a lo desconocido y hacer consciente la magia universal, amar la noche, la
libertad, deshabitar lo mundano
¿Debería alguien entablar
conversación con ella para que deje de hacer el ridículo?
– Algo.
La muchacha cesó de hablar, miró
los ojos de quienes fijaron tímidamente la mirada en ella cuando hizo silencio,
se levantó y dejó la habitación.
Los espectantes empezaron a
murmurar, algunos decían que era paciente del psiquatra que atiende en el piso
de arriba, otros afirmaban haberla visto mendigando en la puerta de algún
manicomio. Dos señoras cercioraban que estaba poseída.
Se expusieron todas las teorías y
de a poco disminuyó la euforia y reinó el silencio. Y el frío. Entraban y
salían de los consultorios, cada tanto se los escuchaba hablar de sus dolencias
y el clima.
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