Tiene los ojos rojos y secos de tanto debate introspectivo y
enajenación intermitente. El pelo se le secó junto con las manos y una parte de
la sangre que bombeaba su corazón. Hay algo... más bien, le desapareció algo
adentro. O se inhibió por tanta rutina incorregible.
No podía evitar mirarla y que esos puntos negros muestren un
reflejo burdo de este imaginario colectivo. No veían, reflejaban.
Estaban muertos como un espejo.
Maldición, cómo puedo corregir esto. Corregirlo o acallar ese susurro que espera ser advertido para volverse tortura diaria.
(La solución es...) Sigue insistente, no entiende
racionalidades, ni Agosto, ni obligaciones, ni futuro, ni proyecciones. Quiere,
y quiere ahora. Se condiciona por la sociedad del instante efímero. Y no se
calla. Y se quiere, y no se puede. (Vos lo sabés, ella lo sabe, ambas queremos
esto)
Ella vive del presente, yo quiero estar segura, pará un
poco. ¿Y si estamos equivocadas? ¿Y si hacemos todo ahora y después no tenemos
dónde caernos muertas?
(Hacé lo que te gusta y hacelo ahora)
Basta. Tengo muchas cosas que hacer antes que darme el lujo
de desperdiciar tiempo en eso. Primero va esto, eso, aquello y después...
Te vas a morir vieja, querida compañera. Vieja de alma.
Vieja y segura. Y ahí voy a estar, para decir
"... te lo dije."
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