5 ago 2014

Tiene los ojos rojos y secos de tanto debate introspectivo y enajenación intermitente. El pelo se le secó junto con las manos y una parte de la sangre que bombeaba su corazón. Hay algo... más bien, le desapareció algo adentro. O se inhibió por tanta rutina incorregible.

No podía evitar mirarla y que esos puntos negros muestren un reflejo burdo de este imaginario colectivo. No veían, reflejaban.
Estaban muertos como un espejo.

Maldición, cómo puedo corregir esto. Corregirlo o acallar ese susurro que espera ser advertido para volverse tortura diaria.

(La solución es...) Sigue insistente, no entiende racionalidades, ni Agosto, ni obligaciones, ni futuro, ni proyecciones. Quiere, y quiere ahora. Se condiciona por la sociedad del instante efímero. Y no se calla. Y se quiere, y no se puede. (Vos lo sabés, ella lo sabe, ambas queremos esto)

Ella vive del presente, yo quiero estar segura, pará un poco. ¿Y si estamos equivocadas? ¿Y si hacemos todo ahora y después no tenemos dónde caernos muertas?

(Hacé lo que te gusta y hacelo ahora)

Basta. Tengo muchas cosas que hacer antes que darme el lujo de desperdiciar tiempo en eso. Primero va esto, eso, aquello y después...
Te vas a morir vieja, querida compañera. Vieja de alma. Vieja y segura. Y ahí voy a estar, para decir

"... te lo dije."