17 oct 2013

Resurrección atea

Nostalgia. Nostalgia de lo que nunca se podrá tener o concretar. Nostalgia mezclada con un poco de alegría y resentimiento, contraposición que se manifiesta como jubilosos retortijones en el estómago. Presenciar ese acto produce tantas emociones y sensaciones juntas que pareciera que se funden y dan lugar a una nueva, morir y volver a nacer, en un instante, en un segundo. Abandonarse completamente en un mundo instintivo en el que lo único que se vive es el momento y la espontaneidad del cielo azul, o la majestuosa superficie blanca, que alumbra tenuemente y dibuja siluetas difuminadas, casi con vida propia; esfera que flota en una profunda boca de lobo sin dientes. Es ese instante en el que nuestras vidas se cruzan, pero no se sabe de dónde vienen ni a dónde van, en el que yo lo sé todo y ellos simplemente son. Se los conoce y desconoce en un santiamén. Ese santiamén, en el que uno mismo descubre y anhela el volar como libertad absoluta.

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