Sobre la tierra y sobre la tierra

La voluntad de cambiar el hábito alimenticio y de consumo es la magia que buscamos. Gracias a mis consultas con Mercedes, la partera yuyera que vive traslasierra, me hago consciente de que no todos los malestares que habitamos nacen de la cabeza o la racionalidad. Un concepto bastante eurocéntrico, creo yo. Cuando le cuento mis dolencias o alarmas corporales me dice "...hay que hacer medicina: tomá caldo de verduras agroecológicas o de la huerta de estación. Si le ponés caldo de hueso casero o carne, mejor. Se cocina 40 minutos en fuego corona. Esa es nuestra medicina, el alimento. Si tenés hambre, agregale dos o tres cucharadas de quinoa. La sal que uses que sea de roca y que sepas de dónde viene. Podés agregarle un ramo de ortiga cuando apagues el fuego. La hoja verde oxigena, más si creció en tu huerta y no tiene químicos". Ella, mi bruja del monte amiga, fue guia a disctancia para curarme enfermedades que la ciencia dice son incurables. Hoy le hablé de la ira y mi tendencia a reaccionar, que últimamente estuve controlando poco. "¿Estuviste comiendo muchas harinas y cerveza?", preguntó. Le dije que sí, que había salido mucho con amigxs. Me dijo que las harinas y la comida procesada alimentan el fuego interno. El intestino es emocional, y si algo se pudre ahí dentro contamina los órganos aledaños. Tratamos mi cuerpo físico y emocional con yuyos nativos, cuidando los que están en extinción, tomando los que corresponden en cada época del año. Sahumos, cataplasmas de barro podrido, vinagre fermentado natural, y la toma en té o tintura de yuyos nativos fueron algunas de las medicinas que me acercó, desde su recorrido en la sabiduría nativa y comechingona. Escribo sobre Mercedes porque escribo sobre la Tierra, porque quiero recordarla y compartirla, encarnarla en un mundo virtual sobrado de información y pantallas y procesados y medicina farmacológica de laboratorio. 

Estoy en deuda con las plantas, y temo no estar a la altura de retribuir el bien que ellas me otorgaron.